Martes, 11 de septiembre de 2012.
¿Qué nos vincula como sociedad?
No es, en obviedad; la religión, ni el Estado, ni la política (en cualquiera de sus vertientes) ni ninguna otra cosa o causa. Sin que se antoje duda, debe ser el sentido de pertenencia.
Convivimos todos; nos acercamos hasta invadir el espacio personal en el sistema de transporte colectivo, observamos el fútbol como una gran parte de la cultura nacional; en fin, México respira todos los días. Ahora bien, pretendamos por un segundo que el estadio azteca desapareciera sin dejar rastro. Pretendamos que el ángel de la independencia fuera ultrajado y despojado de su lecho. Pretendamos mil imagenes sin escudos nacionales.
Uno imaginaría que sería un golpe estridente en el nacionalismo y un ataque directo en contra de nuestro sistema de creencias. Así pues, debió ser indescriptible, para los estadounidenses, despertar y ver en llamas el símbolo financiero (por antonomasia, el símbolo de poder y bienestar) de su nación.
Hoy recordamos la fecha con la que inició la tan infame "guerra en contra del terrorismo", que si a bien ha tenido servirse del miedo colectivo para lograr legitimidad, es cuestionable en casi todas sus formas. Vemos miedo en todos lados; en todos los arquetipos.
Once años que han preservado la imagen de Estados Unidos de Norteamérica como el "super policía mundial".